jueves, 6 de marzo de 2014

EDUCAR A LAS NIÑAS Y NIÑOS EN IGUALDAD

     Al nacer, la identidad de los niños y niñas no sólo viene determinada por el sexo; tradicionalmente, también lo ha estado por el proceso de socialización y por la educación.

   La familia es el primer agente socializador del niño y la niña y, al mismo tiempo donde más se puede fomentar y consolidar los roles o estereotipos tradicionales del hombre y la mujer. No obstante, puede ser también uno de los principales entornos donde educar en igualdad a los hijos e hijas.


     Ya en los primeros años de vida, los juguetes pueden simbolizar los estereotipos sexistas de esta sociedad. La ‘cocinita’, el maletín de costura, la muñeca con sus complementos de ropa rosa azul, el carricoche de bebé… son algunos ejemplos de juguetes que presuponen el rol que estas futuras mujeres desempeñarán o que socialmente se espera que desempeñen. Independientemente de la actividad profesional a la que dediquen sus vidas, la cocina o la limpieza son ejemplos de actividades que las mujeres tienen asignadas desde niñas. Los niños, por el contrario, se divierten con juegos asociados a la construcción o el transporte, por poner un ejemplo.
     De la misma manera, no suele estar bien visto en el seno de las familias que el niño o la niña muestren interés por los juegos asignados al sexo contrario y, aunque este obstáculo se va superando cada vez más, sigue siendo extraño ver a un niño con muñecas o a una niña con coches de carreras. Paradójicamente, al mismo tiempo que del niño se espera que no juegue con la cocinita, se pretende que el hombre colabore en las labores del hogar. Y a la inversa, los coches y camiones que algunos no consideran adecuados para las niñas, se contraponen a una realidad creciente en la que se intenta que la mujer pueda acceder a todo tipo de profesiones.
    Varias esferas de la vida familiar determinarán, según el trato, las expectativas y los roles, su forma de comportarse así como el papel que jugará el niño o la niña en el futuro. Por ello, hay que tener presentes situaciones como las que se enumeran a continuación:
  • Los modelos familiares. El dicho ‘predicar con el ejemplo’ suele ser muy adecuado. En el seno familiar tradicional las ‘labores del hogar’ eran femeninas y los ‘trabajos’ masculinos y cambiar esa concepción es fundamental a la hora de educar a los pequeños y pequeñas en la igualdad. Que el hombre asuma tareas que tradicionalmente estaban ligadas a la mujer y viceversa hará que los niños y niñas crezcan en un ambiente en el que la igualdad entre los sexos sea vista como algo normal. Es importante que el reparto de tareas en el hogar se explique y que todos participen en ellas.
  • Valorar la diferencia como personas y no como sexos. Es normal que a los hijos/as no se les trate de la misma forma; cada persona es distinta y hay que aprender a que ellos/as valoren que en esa diferencia descansa la riqueza. No obstante, el hecho de valorar y apreciar las diferencias no debe hacerse en función del sexo de la persona y mucho menos potenciarlas en base a ello.
  • La expresión de los sentimientos. La capacidad de ser más o menos expresivo con los sentimientos es una cuestión puramente personal, interna de cada uno y nada tiene que ver que se trate de un niño/hombre o una niña/mujer.
  • La elección de las actividades extraescolares. Los familiares deben fomentar la práctica de actividades alternativas sin hacer diferenciaciones en cuanto al sexo. Las habilidades para realizar una u otra actividad no vienen determinadas por el sexo de quien las practica.
  • El lenguaje. Los familiares deben evitar la utilización de palabras, dichos populares o comentarios sexistas. Es una muestra de sensibilidad hacia el tema que nos ocupa y un modelo de trato igualitario.
  • Los medios de comunicación. Es aconsejable que los familiares se sienten con los niños y niñas y les expliquen qué están viendo en la televisión , en una revista o en cualquier otro medio de comunicación. Algunos mensajes publicitarios suelen encasillar al hombre y a la mujer en sus roles tradicionales, y los adultos deben ser críticos al respecto. De esta forma se fomenta una actitud responsable.
Los modelos de referencia más próximos para los menores van a ser determinantes en el aprendizaje de valores y actitudes. No hay que olvidar que durante los primeros años las niñas y niños se rigen por la imitación de sus adultos. De ellos depende, en buena medida, que esos comportamientos e ideas se construyan sobre una base de igualdad.
Pequeñas claves: